El Misterio del tiempo. Colaboración en el reportaje de El Mundo. 11 Julio 2016

 

Isabel F. Lantigua, periodista de la sección de Sociedad del diario El Mundo (www.elmundo.es), me invito a través del COPM colaborar en un reportaje sobre el tiempo y sobre la percepción del mismo, . reflexionando sobre estas preguntas .

– ¿Qué es el tiempo? ¿Cuál es la definición que utiliza la psicología?
– ¿Cómo afecta la percepción del tiempo a nuestras emociones o decisiones?
– ¿Cuántos relojes internos existen? ¿Cómo van de sincronizados con el reloj externo?
– ¿Por qué es diferente la percepción del tiempo en niños y adultos?
– ¿Por qué parece que el tiempo pasa más rápido en verano?
– ¿Por qué a muchas personas les agobia cumplir años?
– ¿Existe la cronofobia? ¿En qué consiste? ¿A qué tipo de gente afecta más? ¿Tiene tratamiento?
– ¿Sigue siendo el tiempo y la conciencia del mismo un misterio para la ciencia?
– ¿A qué edad uno empieza a ser consciente del paso del tiempo?
– ¿Pueden acontecimientos como la pérdida de un ser querido o la salida de las primeras canas o las reuniones de antiguos alumnos influir en nuestra percepción del paso del tiempo?
– ¿Por qué todos fantaseamos alguna vez con una máquina del tiempo?
– Los rápidos avances teconológicos ¿influyen en que percibamos el tiempo de una u otra forma? ¿Influyen en que parezca que todo va más rápido ahora que hace unas décadas?
– ¿Vivimos demasiado deprisa en esta sociedad? ¿Somos esclavos del tiempo y del reloj?

 

 

 

ISABEL F. LANTIGUA14675544138035

11/07/2016 

«Una olla observada nunca rompe a hervir», decía el científico Benjamin Franklinpara ilustrar que cuando uno se centra en el paso del tiempo es como si éste no pasara. Qué es el tiempo es algo que han intentado responder los filósofos desde la Antigua Grecia y la cuestión fue objeto de una de las polémicas más conocidas entre Heráclito y Parménides. Pero hoy aún no hay una definición aceptada por todos. En lo que sí hay consenso es en explicar el motivo de una sensación casi universal: la de que en verano el tiempo pasa más deprisa. Lo aclara a EL MUNDO la psicóloga Laura Rojas Marcos: «la percepción del tiempo es subjetiva, pero por lo general, aquellos que disfrutan de las vacaciones sienten que los días van más rápido porque están distraídos y da igual el reloj».

«La ausencia de un horario rígido y la dedicación a actividades más divertidas hacen que nuestra percepción de la vida sea diferente. Nos encontramos bien, pero para cuando nos damos cuenta, el verano ha llegado a su fin. Nos gustaría que ese estado, la ausencia de problemas, fuese eterno: es posiblemente lo que llamamos felicidad», reflexiona Manuel María Cruz Ortiz de Landázuri, profesor de Filosofía en la Universidad de Navarra. «Al dejar de mirar el reloj es cuando el tiempo se estira porque no somos conscientes del paso del mismo. Entonces reestructuramos el equilibrio entre las emociones, los pensamientos y nuestro cuerpo», indica el psicólogo clínico Juan Cruz.

Lo deseable, continúa este especialista, es que esta armonía que alcanzamos los meses de descanso se extienda todo el año. «Hay que entrenar el cerebro, cambiar la forma de mirar las cosas, aprender a que la mente esté en la realidad y no pendiente de algo que ya no existe, que es el pasado, ni de las incertidumbres del futuro», apunta.

Pero conseguir esa sintonía con los minutos los 365 días del año es prácticamente una utopía en la sociedad actual, un reto casi tan grande como poner de acuerdo a los filósofos. «Vivimos demasiado deprisa. Estamos en plena revolución tecnológica y aprendiendo a gestionar el tiempo de forma diferente. Esto puede que nos absorba y en ocasiones nos esclavice. Pero confío en que poco a poco iremos ajustando el reloj a nuestras necesidades», apunta Rojas Marcos sobre el momento de desajuste que atravesamos. «A nivel de tecnología todo va muy rápido, pero a nivel biológico y cerebral los cambios se producen lentamente. Por eso es fundamental volver a conectar con la quietud, con la calma, con la naturaleza, que tiene sus propios ciclos», recomienda el psicólogo Juan Cruz.

El problema, coinciden los expertos, es que queremos ir al paso de la tecnología y eso es imposible. «Los ordenadores cada vez trabajan más rápido y son capaces de hacer más cosas simultáneamente. En la medida en que trabajamos con ordenadores nos mimetizamos con su ritmo», cuenta Francesc Puig, alumno interno en el Departamento de Filosofía de Navarra, que considera que «a veces se nos pide que vayamos a una velocidad que no es propia de nosotros, sino de máquinas. Que el envío de correos electrónicos sea instantáneo no implica que la redacción también deba serlo. No existe la redacción instantánea como tampoco existen las personas multitarea, aunque algunos se empeñen».

Recuerda este filósofo que toda la polémica que levantó el doble check de Whatsapp -que obligó a la compañía a emitir un comunicado aclarando que no significaba que el mensaje se hubiera leído, sino sólo que se había entregado (antes de introducir el color azul)- tiene que ver con esto. «¿Por qué se asume que dos checks azules implican una respuesta inmediata? Abres un mensaje y piensas ‘cuando salga de trabajar contesto’ y antes de poder hacerlo recibes un ‘ok, ya veo que no te interesa’. No debería ser así. La gente debería entender que el éxito en el ámbito tecnológico consiste en comprimir los procesos para que las máquinas cada vez vayan más rápido. Pero el éxito en las personas no está en esto, sino en lo contrario. El éxito para el hombre está en hacer lo que hace bien hecho. Y para hacer las cosas bien se necesita tiempo», expresa Puig. «¿O hubiera pintado Velázquez las mismas Meninas si le hubieran dado sólo una hora?», se pregunta. Por eso, recalca algo que a veces se olvida: «El mejor amigo es el que te saca a tomar una cerveza el tiempo que necesites, no el que te envía un mensaje motivador o un vídeo de gatos».

Gerascofobia y cronofobia

Puig critica que «somos esclavos del tiempo, de una sociedad que no sabe distinguir entre una persona y una máquina, y que está empezando a exigir a las personas lo que sólo es propio de las segundas». En efecto, vivimos como el conejo de Las Aventuras de Alicia en el país de las maravillas, que llega demasiado tarde a su destino. Este ritmo acelerado, el ir con la lengua fuera tras el reloj, hace que nos angustie cumplir años. «Hoy una persona con 50 años, si se queda en paro, casi no tiene oportunidades. Se prima la juventud y la belleza y así cuesta más envejecer.El envejecimiento va ligado a cambios y unas cosas se pierden y otras se ganan. Pero si nos centramos en las primeras sólo se siente angustia», indica Cruz, que saca a colación el término gerascofobia, definido como «el miedo irracional a hacerse mayor». No es el único trastorno relacionado con el paso del tiempo. La cronofobia, explica Rojas Marcos, «es una condición psicológica en la que se sufre un miedo muy intenso y atroz a la idea de no poder controlar el tiempo, al paso del mismo o a la idea de estar atrapado».

La percepción del tiempo es algo exclusivo del hombre. «Sólo el ser humano es capaz de medir el movimiento según el antes y el después. Los animales viven en un puro presente. El perro no dice ‘pasado mañana quiero ir a la montaña’, lo único que experimenta es el deseo inmediato de comer, de dormir, de jugar», destaca Ortiz de Landázuri. Esta capacidad única del ser humano «está relacionada con el desarrollo, por un lado, de los sistemas de memoria retrospectiva que permiten almacenar lo sucedido en una secuencia ordenada y generar la línea temporal de nuestro pasado, y por otro lado, de los sistemas de memoria prospectiva, que permiten anticipar y predecir lo que va a suceder, lo que va a ser nuestro futuro más probable», indica Mónica Triviño, Neuropsicóloga del Hospital Universitario San Rafael. O.H. San Juan de Dios. Granada, que «si tuviera que elegir una estructura cerebral clave relacionada con el tiempo sería el cerebelo. Es una parte muy antigua, situada en la parte posterior y crucial a la hora de generar ese reloj interno que parece que todos tenemos y que nos permite, por ejemplo, estimar el paso del tiempo sin necesidad de relojes y sin ningún referente ambiental (luz del sol)».

Esta neuropsicóloga se centra en el concepto de la orientación temporal, que hace referencia a «cómo utilizamos la información temporal que el entorno nos proporciona para prepararnos y responder en el momento óptimo». Por ejemplo, cuando un futbolista va a tirar un penalti, marcará si engaña al portero con la dirección del balón pero también con el momento en el que va a chutar. De ahí que muchas veces el portero se quede inmóvil, porque esperaba el balón después o se lance al césped antes de tiempo.

Otro ejemplo clásico es el de los niños, que miden el tiempo de forma distinta a los adultos. «No sólo no saben estimar lo que es, pongamos, media hora, sino que además no pueden mantener la atención y su reloj se acelera… por lo que en un viaje en coche cada cinco minutos tendremos asegurada la pregunta ‘¿cuánto queda?’, afirma Triviño.

«Cuando somos niños nuestra percepción del tiempo es diferente a cuando somos adultos y la razón principal es porque los niños tienen nuevas experiencias y aprenden cosas novedosas a diario, mientras que los adultos caemos más en la monotonía», añade Laura Rojas Marcos, que señala que según varios estudios, «los niños empiezan a comprender y a ser conscientes del tiempo sobre los tres-cuatro años».

¿Qué es el tiempo?

Sin embargo, a ellos también les intrigan los minutos y segundos. «¿Qué es el tiempo?», preguntaron unos niños de 10 y 11 años como si nada, como quien pregunta si hace frío, como si la cuestión no fuera un enigma filosófico sin resolver. «¿Es una flecha?», «¿es una ola?», «¿por qué no podemos volver atrás en el tiempo?», continuaron los chavales, que lanzaron los interrogantes para el reto anual (de 2013) del Centro Alan Alda de Comunicación Científica, que pretende divulgar la ciencia a las siguientes generaciones.

Uno de los ganadores fue Nicholas Williams, un ingeniero retirado, para quien el tiempo es «un movimiento hacia delante». Así se lo explicaba Williams a los chicos: «¿Habéis escuchado alguna vez a vuestros padres decir que es la hora de ir a la cama, la hora de levantarse, que es hora de limpiar vuestro cuarto, de hacer esto o aquello… Nuestro mundo corre en un programa horario y cada programa es tan amplio que hay horarios para cada cosa que hacemos a lo largo del día y relojes que te dicen qué hora es y cuándo es el momento adecuado para hacer cada cosa. El tiempo es algo tan obvio en nuestras vidas que nadie lo cuestiona. Simplemente está ahí y lo aceptamos. […] Pero, ¿qué es? Aquí va mi definición, que no está sacada de ningún libro, es sólo algo que para mí tiene sentido: el tiempo es movimiento hacia delante. ¡Pensad en ello! Todo se mueve hacia adelante, desde el universo hasta cada segundo de nuestra vida. Pienso que es un movimiento que nunca cambiará, nunca se detendrá y nunca se podrá dar marcha atrás».

Coincide Williams con algunos de los filósofos. «Damos por supuesto que el tiempo es el conjunto de todo lo anterior y lo posterior en el orden de los cambios. Es la noción que formuló Aristóteles («el tiempo es la medida del movimiento según el antes y el después» (Física, 219b) y que recogieron los primeros físico-matemáticos», aclara Enrique Alarcón, profesor de Metafísica en la Universidad de Navarra. «Sería fácil ponerse de acuerdo sobre los pensadores más influyentes sobre las concepciones predominantes del tiempo: Aristóteles, Leibniz, Newton, Kant, Einstein... Ahora bien, los filósofos para quienes esta cuestión ha sido un tema central son aquellos que lo han considerado en conexión con nuestras vivencias más profundas. Yo destacaría a San Agustín, Kierkegaard, Bergson y Heidegger«, continúa Alarcón, que también distingue entre «la concepción circular del tiempo que mantienen los budistas o los hinduistas, en la que los mismos eventos se reiteran una y otra vez, sin fin, en una rueda de la vida y la concepción lineal, que es la que se ha impuesto y que predica que todo tiene un principio y un final».

Según este profesor de metafísica, la clave sobre el debate actual que existe en relación al tiempo es la siguiente: «tendemos a prestar más atención a lo urgente que a lo realmente importante. Y lo que es importante pararse a pensar la gran cuestión de la vida, que es qué hacer con ella».

 

FUENTE El Mundo

 

 

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